No importa que tanto odies o ames Mamma Mia! (2008): todos hemos llorado con la escena en la que Donna pasa un último momento de calidad con su hija, Sophie, antes de que la última se dirija al altar, con Slipping Through My Fingers de fondo. A pesar de que esta comedia musical nunca fue tomada como más que una adorable película pochoclera, no son pocos los críticos de cine que se sintieron tocados por aquella parte de la cinta. Desglosando la escena y mirando los largometrajes que la inspiraron, encontraron un diamante en bruto. Acompáñanos en nuestra reseña de Stella Dallas (1937) para saber a que nos referimos.
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Stella Dallas es una joven de clase trabajadora que se enamora de un hombre en plena escalada social. De él disfruta su amor, pero también sus lujos y conexiones con miembros de la clase alta. Cuando ambos tienen una hija, Stella se promete hacer todo lo que este a su alcance para que la pequeña se rodee de las personas más influyentes y las mejores riquezas.
Stella Dallas (1937)
Director: King Vidor
Guionista: Sarah Mason, Victor Heerman
Reparto principal: Barbara Stanwyck, John Boles, Anne Shirley
Género: Melodrama
País: Estados Unidos
IMDb: 7.4
El melodrama
Este género cinematográfico siempre buscó, desde sus inicios, la conmoción total del espectador. Incitar el factor lacrimógeno era el objetivo principal, y para ello se utilizaban la música emocional y los primeros planos de personajes, que retrataban sus momentos más sensibles. En las primeras películas de este tipo, observamos a mujeres como Marlene Dietrich o Lillian Gish siendo inmortalizadas por los acercamientos que las cámaras dirigían hacia sus impecables rostros, que solo se permitían derramar una lágrima o dos.
Fuente: United Artists
En este caso, las facciones retratadas por el zoom de la cámara son las de Barbara Stanwyck en el papel de Stella Dallas. Al principio, cuando lo único que le importa es ir de fiesta en fiesta con los amigos y amigas de su esposo, no se la enfoca tan de cerca. Es como si el espectador estuviese viendo una faceta ingenua y superficial de Stella, que jamás generaría ningún tipo de identificación en el público. Sin embargo, en el momento en el que la hija de la protagonista nace, la cinta se llena de primeros planos de la actriz en su nuevo rol maternal.
Madres e hijas
Otro de los hitos del género melodramático fue la generación de íconos de representación para el público femenino. Al ser un tipo de cine que comenzó siendo planificado exclusivamente para el disfrute de las mujeres, muchas actrices se inmortalizaron en figuras espejo de aquellas que iban al cine a emocionarse. Claramente, siendo el objetivo del género emocionar hasta las lágrimas, muchísimas de las historias que pasaban por la pantalla grande carecían de verosimilitud y exageraban en drama. Pero eso no importaba, siempre y cuando la protagonista fuese una mujer común y corriente.
Fuente: United Artists
Stella Dallas guarda un factor de atracción con su público que se ve poco en las heroínas del nuevo cine, y es que no se define en los extremos. Hace 20 años que el cine dramático recurre una y otra vez a escribir mujeres que empiezan en un punto de partida absolutamente distinto y opuesto al de llegada. La necesidad de un cambio drástico y un total switch de personalidad parece haberse convertido en una necesidad elemental del guion. En el caso de Stella Dallas, es verdad que tanto madre como hija empiezan en un punto A para luego dirigirse a un punto B que contiene cierta distancia con el primero. Pero sus personalidades nunca se definen en blancos y negros, sino que son grises que las hacen impredecibles y que habilitan la incertidumbre que supo tener a los espectadores cinematográficos en el borde de sus butacas desde 1937.
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