Cuando se trata del género terror, no importa si hablamos de historia de cine moderno o de cine antiguo. Sea un libro escrito hace 30 años o una lista de las mejores películas publicada hace dos días, hay una cinta que nunca falta en este tipo de textos. Leemos el título de la película e instintivamente recordamos sus imágenes más morbosas: la de Regan bajando por las escaleras con el cuerpo contorsionado y escupiendo sangre, o la de su cabeza haciendo un giro de 360°. Esas escenas situaron a la creación de William Friedkin en el primer puesto de cuanta lista apareza en internet. Pero, ¿cuánto de esa fama le debe a la película y cuanto a su contextualización? Acompañanos en esta reseña de The Exorcist (El exorcista, 1973) para averiguarlo.
La actriz Chris MacNeil y su hija Regan llevan una vida como cualquier otra en algún lugar de Georgetown. De repente, Regan comienza a mostrar un comportamiento errático y violento que ni los médicos más expertos pueden explicar. Ante la falta de soluciones por parte de la medicina, Chris decide recurrir a los profesionales de la religión y los exorcismos.
The Exorcist (El exorcista, 1973)
Director: William Friedkin
Guion: William Peter Blatty
Reparto: Ellen Burstyn, Max von Sydow, Jason Miller, Linda Blair
Género: Terror
País: Estados Unidos
IMDb: 8.1
Estrenada en el momento adecuado
A la hora de analizar el éxito de The Exorcist, es imprescindible tener en cuenta el aspecto social y cultural de la época en la que se estrenó la cinta. Por aquellos días, Estados Unidos estaba sumido en medio del caos. Las secuelas del escándalo Watergate y la entonces tácitamente ruidosa Guerra Fría habían logrado que la sociedad estadounidense perdiese la fe en las autoridades nacionales. En ese contexto de perdida de confianza, William Friedkin llegó a la pantalla grande para sacudir aún más las creencias establecidas de una comunidad insegura.
Aunque varios directores como Friedkin supieron aprovechar aquel estado de shock generalizado para introducir grandes historias de terror como Don’t Look Now (Venecia rojo shocking, 1973) o The Wicker Man (1973), Friedkin impactó con una trama espeluznante como pocas veces se vió en la historia del cine de terror. The Exorcist no alojaba sus hechos paranormales en situaciones lejanas, como un viaje a Venecia o una inspección policíaca a una isla alejada de la modernidad. El terror de Friedkin se instalaba dentro de las paredes de la casa propia y, para peor, en el cuarto de los más pequeños.
La publicidad
En esta reseña de The Exorcist te contamos que, si bien la popularidad de The Exorcist es directamente proporcional a su calidad cinematográfica, no es descabellado afirmar que la película le debe gran parte de su estatus a la publicidad que consiguió de forma intencional y no intencional en su estreno. Cuando hablamos de publicidad hecha adrede, nos referimos a ciertos «miembros del equipo de filmación» que comenzaron a esparcir el rumor de que había constantes desacuerdos entre el director, el guionista y la productora.
El rumor era cierto: Friedkin discutía en todo momento que partes del libro del que luego surgió la cinta debían ser incluidas y cuales debían ser descartadas. El problema fue que el rumor se tergiversó miles de veces, hasta llegar a la conclusión de que el director, el guionista y la productora reñían una y otra vez para eliminar o filmar partes en extremo morbosas y sangrientas del libro.
Así, el espectador se dirigió al cine para encontrar sangre desparramada por doquier, y su deseo se cumplió más de lo que seguramente hubiese preferido. Fue ahí cuando comenzó la publicidad no intencional, aquella que no fue ordenada por parte de la productora. Los que ya habían visto la película difundían que causaba mareos, vómitos, desmayos y hasta psicósis temporal. De esa manera la película fue pasando de boca en boca, y terminó recaudando más de $900 millones de dólares.
Esperamos que te haya gustado esta reseña de The Exorcist. ¿Qué otras películas de terror icónicas recuerdas? Queremos leerte en nuestras redes sociales.