El Xenomorfo de Scott, La Cosa de Carpenter, los Ángeles de la Muerte de Krasinski. Desde el inicio de la ciencia ficción/terror, el canon del género nos enseñó a esperar lo peor de las criaturas venidas de otros planetas y sus características desconocidas. Si una de las funciones esenciales del terror fue y es generar miedo ante el extrañamiento de una normalidad, allí los alienigenas siempre representaron una vía llena de posibilidades. No sabemos cómo son (si es que son), por lo que los directores siempre tuvieron via libre para dar rienda suelta a la imaginación.
Ahora, el cine de terror solo es considerado bueno si interpela, si se acerca a la realidad. Ya sabemos muy bien que la tripulación espacial que viaja años luz a un punto recóndito del espacio no será recordada por el espectador como hace unas décadas atrás, cuando en el cine primaba lo visual antes que lo psicológico. El primero en darse cuenta de ello fue Spielberg, pero no se aventajó de su conocimiento creando una super producción terrorífica sobre alienígenas, sino que alternó el orden de factores comunes en este género cinematográfico. ¿Qué pasa cuando el alienígena no es una amenaza del espacio exterior, sino un ser aterrorizado y solitario que se esconde en el jardín de una casa normal? Acompañanos en esta reseña de E.T. the Extra-terrestrial (E.T., el extraterrestre, 1982) para averiguar cómo respondió Spielberg.
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E.T., el extraterrestre (E.T the Extra-Terrestrial, 1982)
Director: Steven Spielberg
Guión: Melissa Mathinson
Reparto principal: Dee Wallace, Henry Thomas, Peter Coyote, Robert Macnaughton
Género: Ciencia Ficción, Comedia, Drama
País: Estados Unidos
IMDb: 7.9
El origen
La idea detrás de E.T. the Extra-Terrestrial era nada más ni nada menos que un producto de la imaginación que Spielberg creó de pequeño. Se trataba de un amigo imaginario que había sido su sostén luego del divorcio de sus padres. Así fue como se instaló en él la idea de hacer una cinta que lo referenciara de cierto modo. Al principio iba a ser una cinta llamada Growing Up, luego se barajó la posibilidad de una continuación de Close Encounters of the Third Kind (Encuentros cercanos del tercer tipo, 1977) o aquel proyecto tan sombrío que iba a ser Night Skies.
A pesar de haber tenido tantas posibles vías de expresión, el proyecto quedó en el cajón de Spielberg por un largo tiempo. Hasta que, aburrido luego de haber filmado la primer película de Indiana Jones, decidió desempolvar la idea. Junto a la guionista Melissa Mathison fusionaron las bases de Night Skies y las características del amigo imaginario de Spielberg para crear a E.T, un extraterrestre que se ve forzado a quedarse en la tierra luego de que su tribu lo abandonase allí.
La ruptura de un estereotipo
Mientras varios directores de terror de los 80 como Sam Raimi, John Carpenter y Tobe Hooper investigaban a fondo las formas más eficaces de generar miedo en lo desconocido, Spielberg fue contracorriente. En un principio podríamos refutar esta idea: no es novedad para nadie que el inicio de E.T. the Extra-Terrestrial es bastante terrorífico (mucho de ello se debe a una de las mejores bandas sonoras que John Williams compuso hasta hoy). De hecho, cuando vemos a E.T cara a cara por primera vez, lo último que surge en nosotros es algun sentimiento positivo hacia la criatura.
Entonces, Spielberg parte de posicionar al espectador en un ánimo de rechazo para con su creación, con el firme objetivo de que terminemos adorándolo. Y lo logra con creces. A medida que avanza la cinta, E.T deja de ser un ser que se mueve a través de la oscuridad, de los pastizales, de zonas donde no se presta a nuestra percepción. Cuando lo descubrimos a través de la luz cálida del cuarto de Elliot, gran parte de nuestro cariño ya está de su lado. Este triunfo de Spielberg, donde logra convertir algo asociado a lo amenazador en una entidad casi humana, es el eje central de esta reseña de E.T. the Extra-Terrestrial.
Un soundtrack deslumbrante
La dupla John Williams – Steven Spielberg es uno de esos duos cinematográficos que despiertan expectativa solo con ser nombrados en la misma oración. Cada vez que los largometrajes de Spielberg demuestran que es un maestro en el arte de la imagen y la evocación de emociones desde lo visual, Williams llega para redoblar la apuesta. El suspenso de Jaws (Tiburón, 1975), la épica en las cintas de Indiana Jones, la emotividad de Schindler’s List (La lista de Schindler, 1993). Todos estos efectos de sentido fueron logrados desde una combinación de igual a igual entre lo musical y lo visual.
El caso de E.T. the Extra-Terrestrial no es la excepción. Como dijimos, Spielberg inicialmente plantea a E.T como un ente misterioso y posiblemente amenazador, afirmación que es acompañada por la música. El bosque donde el extraterrestre es abandonado se introduce con unos pocos instrumentos y un volumen bajo. Cuando vamos conociendo a E.T, las melodías cambian. Son más amenas y amigables. Los personajes se van encariñando con él, y la música nos da el permiso para hacerlo también.
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